Al frente de la antigua plaza de ferias, Carrera 7a. con calles 36 y 38, había un gran lote, no se hablaba de hacer algún tipo de construcción, y hacía parte de la Hacienda La palmera.
Muchas veces, la muchachada de entonces, la convertían en un campo de fútbol, o en una canxcha para jugar guerra, o el juego de la chucha.
pero, un día cualquiera, cuando llegaban los muchaschos, encontraban unas toldas gigantescas, con remiendo que parecían lunares multicolores, y con gran asombro contemplaban unos seres que parecían mitológicos. Se trataba de la tribu de los Cristo, una familia que orgullosamente ostentaba ese apellido. Se movilizaban en carromatos, tirados por percherones.
Niños pequeños y barrigones, semi-vestidos, jugaban en medio de una gran algarabía y sus madres compartían con ellos esos momentos de solaz. Los hombres, con gigantesco y alón sombrero, trabajaban en la elaboración de pailas de cobre, hacían algunos floreros del mismo metal, tenían una pequeña fundición y en ella elaboraban, haciendo uso de crisoles, pequeños adminículos de adornos femeninos.
Otros gitanos se dedicaban al comercio de monedas de oro,las que eran adquiridas por los comerciantes ricos, previo examen de aguafuerte, las que vendían a muy buen precio. No se sabe como las conseguían, pero el hecho real es que las comercializaban en gran cantidad.
Al anochecer se reunían en la tolda del jefe y gitanos y gitanas entonaban canciones, bailaban, bebían y se dirventían. Eran muy buenos músicos, tocaban el violín con gran maestría.
Las gitanas, vestidas con largas faldas y pañoletas, salían al centro de la ciudad a esquilmar cándidos ciudadanos, que creían en sus poderes de adivinación.
Tan pronto como llegaban, desaparecían y volvían a dejar el lugar para los juegos de aquellos muchachos.